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.La sonrisa de Claudia empalideció. Soy entrenador declaró forma parte de mi trabajo. Pero no puedo parar de llorar explicó ella me paso la noche despierta, llorando, ycuando amanece, me echo a correr, no se me ocurre otra cosa.Pienso que si corro losuficiente, dejaré de llorar.Además no quiero que los niños me vean en este estado.Una profunda desnutrición llenaba la cara de Claudia. Me gustaría entrenarla.Algo sobre orgasmos, llantos y secreciones.La flaqueza no dejó que Claudia levantara lavista de aquella intervención.Aquel parrafillo era perfecto, había sido perfecto la mujerpasó corriendo.a él le pareció una hora demasiado temprana para llorar , pero ya no loera.Cerró el libro y lo devolvió a su lugar.La grietaEl hombre vaciló al subir la escalera que conducía de un andén a otro, y al producirse estapequeña indecisión de su parte (no sabía si seguir o quedarse, si avanzar o retroceder, enrealidad tuvo la duda de si se encontraba bajando o subiendo) graves trastornos ocurrieronalrededor.La compacta muchedumbre que le seguía rompió el denso entramado sinembargo, casual de tiempo y espacio, desperdigándose, como una estrella que al explotarprovoca diáspora de luces y algún eclipse.Hombres perplejos resbalaron, mujeres gritaron,niños fueron aplastados, un anciano perdió su peluca, una dama su dentadura postiza, sedesparramaron los abalorios de un vendedor ambulante, alguien aprovechó la ocasión pararobar revistas del quiosco, hubo un intento de violación, saltó un reloj de una mano al aire yvarias mujeres intercambiaron sin querer sus bolsos.El hombre fue detenido, posteriormente, y acusado de perturbar el orden público.Élmismo había sufrido las consecuencias de su imprudencia, ya que, en el tumulto, se le quebróun diente.Se pudo determinar que, en el momento del incidente, el hombre que vaciló en laescalera que conducía de un andén a otro (a veinticinco metros de profundidad y con luzartificial de día y de noche) era el hombre que estaba en el tercer lugar de la fila númeroquince, siempre y cuando se hubieran establecido lugares y filas para el ascenso y descenso dela escalera.El interrogatorio se desarrolló una tarde fría y húmeda del mes de noviembre.El hombresolicitó que se le aclarara en que equinoccio se encontraba, ya que a raíz de la vacilación quehabía provocado el accidente, sus ideas acerca del mundo estaban en un período deincertidumbre. Estamos, por supuesto, en invierno afirmó con notable desprecio el funcionarioencargado de interrogarle. No quise ofenderlo contestó el hombre, con humildad.No sabe hasta qué punto leagradezco su gentil información agregó. Con independencia del invierno contemporizó el funcionario , ¿quiere explicarmeusted qué fue lo que provocó este desagradable accidente?El hombre miró hacia un lado y otro de las verdes paredes.Al entrar al edificio, le habíaparecido que eran grises; pero como tantas otras cosas, se trataba de una falsa apariencia,salvo que efectivamente, en cualquier momento, volvieran a ser grises.¿Quién podría adivinarlo que el instante futuro nos depararía? Verá usted se aclaró la garganta.No vio un vaso con agua por ningún lado, y lepareció imprudente pedirlo.Quizás fuera conveniente no solicitar nada.Ni siquieracomprensión.Paredes desnudas, sin ventanas.Habitaciones rectangulares, pero estrechas.El funcionario parecía levemente irritado.Parecía.Nunca había conocido a un funcionarioque no lo pareciera.Como una deformación profesional, o un mal hábito de la convivencia. De pronto dijo el hombre , no supe si continuar o si quedarme.Sé perfectamenteque es insólito.Es insólito tener un pensamiento de esa naturaleza al subir o bajar la escalera.O quizás, en cualquier otra actividad. ¿En qué escalón se encontraba? interrogó el funcionario, con frialdad profesional. No puedo asegurarlo contestó el hombre, sinceramente.Quería subsanar el error.Estoy seguro de que alguien debe saberlo.Hay gente que siempre cuenta los escalones, enuno u otro sentido.Vayan o vengan. Usted, ¿iba o venía? Fue una vacilación.Una pequeña vacilación, ¿entiende?De pronto, al deslizar los ojos, otra vez, por la superficie verde de la pared, habíadescubierto un diminuto agujero, una grieta casi insignificante.No podía decir si estaba antes,la primera o la segunda vez que miró la pared, o si se había formado en ese mismo momento.Porque con seguridad hubo una época en que fue una pared completamente lisa, gris o verde,pero sin ranuras.¿Y cómo iba a saber él cuando había ocurrido esta pequeña hendidura? Detodos modos, era muy incómodo ignorar si se trataba de una grieta antigua o moderna.Lamiró fijamente, intentando descubrirlo. Repito la pregunta insistió el funcionario, con indolente severidad.Había queproceder como si se tratara de niños, sin perder la paciencia.Eso decían los instructores.Eraun sistema antiguo, pero eficaz.Las repeticiones conducen al éxito, por deterioro.Repetir esdestruir.¿En qué escalón se encontraba usted?Al hombre le pareció que ahora la grieta era un poco más grande, pero no sabía si setrataba de un efecto óptico o de un crecimiento real.De todos modos se dijo , en algúnmomento crece se trata de estar atentos, o quizás, de no estarlo. No puedo asegurarlo afirmó el hombre.¿Existen defectos ópticos en estahabitación?El funcionario no pareció sorprendido.En realidad, los funcionarios casi nunca parecensorprenderse de algo y en eso consiste parte de su función. No dijo con voz neutra.Usted, ¿iba o venía? Alguien debe saberlo respondió el hombre, mirando fijamente la pared.Entonces eraposible que la grieta hubiera aumentado en ese mismo momento.Estaría creciendosordamente, en la oscuridad del verde, como una célula maligna, cuya intención difiere de lasdemás. ¿Por qué no usted? volvió a preguntar el funcionario. Ocurrió en un instante dijo el hombre, en voz alta, sin dirigirse expresamente a él.Trataba de describir el fenómeno con precisión.Ahora el agujero en la pared parecía inofensivo, pero con seguridad era sólo unsimulacro. Supongo que bajaba, o subía, lo mismo da.Había escalones por delante, escalones pordetrás.No los veía hasta llegar al borde mismo de ellos, debido a la multitud.Éramos muchos.Vaga conciencia de formar parte de una muchedumbre, Repetía los movimientosautomáticamente, como todos los días. ¿Subía o bajaba? repitió el funcionario, con paciencia convencional.Él sintió que setrataba de una deferencia impersonal, un deber del funcionario.No era una paciencia que leestuviera especialmente dirigida; era un hábito de la profesión y ni siquiera podía decirse quese tratara exactamente de un buen hábito. Se trataba de una sola escalera dijo el hombre que sube y baja al mismo tiempo.Todo depende de la decisión que se haya tomado previamente.Los peldaños son iguales, decemento, color gris, a la misma distancia, unos de otros.Sufrí una pequeña vacilación.Allí,en mitad de la escalera, con toda aquella multitud por delante y por detrás, no supe si enrealidad subía o bajaba, No sé, señor, si usted puede comprender lo que significa esapequeñísima duda
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