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.Hemos perdido solamente un encuentro y la batalla aún continúa en otra parte.Mihermano Bleys se está abriendo camino hacia Ámbar en este preciso momento.Cainemantendrá su palabra de perdonar vuestras vidas cuando vea que me he marchadoa reunirme con Bleys en tierra firme.Lamento que no podáis venir conmigo.Y mientras decía aquello, saqué el Triunfo de Bleys del paquete y lo sostuvefrente a mí, fuera de la visión del otro barco.Cuando Caine se acercaba por el costado, se produjo un movimiento sobreaquella fría superficie. ¿Quién es? preguntó Bleys. Corwin dije.¿Cómo estás? Ganamos la batalla, pero perdimos muchos efectivos.Estamos descansandoantes de emprender nuevamente la marcha.¿Qué tal te va a ti? Creo que hemos destruido casi la mitad de la flota de Caine, pero haganado él.Está a punto de abordar mi barco.Proporcióname un camino paraescapar.Extendió su mano y la toqué, cayendo en sus brazos. Esto empieza a ser una costumbre murmuré, y vi que también él estabaherido alrededor en la cabeza, y que tenía vendada la mano izquierda. He agarrado un sable por donde no debía dijo cuando vio que mis ojos seposaban en ella.Duele.Retuve el aliento y caminamos hasta su tienda, donde descorchó una botella devino y me dio pan, queso y algo de carne seca.Aún tenía muchos cigarrillos.Mefumé uno, mientras un oficial médico me vendaba las heridas.Todavía le quedaban a Bleys unos ciento ochenta mil hombres.Mientras estabade pie sobre la cima de una colina y el anochecer surgía a mi alrededor, parecía comosi mirara sobre todos los campos en los que hubiera estado alguna vez,extendiéndose interminablemente sobre los kilómetros y los siglos sin fin.Derepente, sentí que las lágrimas aparecían en mis ojos por los hombres que noson como los señores de Ámbar, por los que viven tan sólo un breve período detiempo y pasan al polvo, por la cantidad de ellos que encontrarían su fin en loscampos de batalla del mundo.Retorné a la tienda de Bleys y acabamos la botella de vino.VIIAquella noche se desató una tormenta muy fuerte.No había amainadocuando el amanecer luchaba por cruzar la superficie del mundo con plata, ycontinuó a lo largo de todo el día.Es desmoralizador ir marchando y sentir que la lluvia cae sobre uno, unalluvia fría.¡Cuánto he odiado siempre el lodo por el que parecía haber viajadodurante siglos!Buscamos un camino de Sombra que estuviera libre de lluvia, pero noparecía importar mucho lo que hiciéramos.88Podríamos avanzar hacia Ámbar, pero lo haríamos con las ropas pegadasal cuerpo, bajo el retumbante sonido del trueno, con la iluminación del relámpago anuestras espaldas.Por la noche, la temperatura descendió considerablemente, y por lamañana miré más allá de las rígidas banderas, contemplando un mundo que sehabía tornado blanco bajo un cielo gris, lleno de ráfagas.Mi aliento se esparciódetrás mío como un penacho.Las tropas estaban mal equipadas para soportar aquel clima, excepto lospeludos, por lo que les hicimos avanzar rápidamente para evitar el congelamiento.Los hombres grandes y rojos sufrían.Su mundo era tropical.Aquel día fuimos atacados por tigres, osos polares y lobos.El tigre quemató Bleys medía más de cuatro metros y medio desde el extremo de la cola a lanariz.Marchamos hasta bien avanzada la noche, momento en que comenzó eldeshielo.Bleys arengó a las tropas para sacarlas de aquella fría Sombra.ElTriunfo de Ámbar mostraba que allí prevalecía un otoño seco y cálido, y que nosestábamos acercando a la Tierra verdadera.Para la medianoche de aquel segundo día, habíamos marchado a través deventiscas y nieve a medio derretir, lluvias frías y lluvias cálidas, y continuábamoshacia un mundo seco.Dimos la orden de acampar, estableciendo triples cordones deseguridad.Considerando la condición en la que se encontraban los hombres,éramos un blanco perfecto para un ataque.Pero las tropas, que estaban yatambaleantes, no podían avanzar más.El ataque se produjo varias horas más tarde, y luego me enteré, por lasdescripciones que dieron los supervivientes, que lo dirigía Julián.Estaba al mando de las guerrillas que atacaron nuestros campamentosmás vulnerables en la periferia de nuestro cuerpo principal.De haber sabidoque era Julián, habría usado su triunfo para tratar de detenerlo, pero no losupe hasta que pasó el ataque.Puede que perdiéramos unos dos mil hombres en el repentino invierno, ytodavía no sabía cuántos había matado Julián.Las tropas habían empezado a desmoralizarse, pero cuando ordenamos queavanzaran, continuaron.El día siguiente fue una continua emboscada.Un ejército del tamaño delnuestro no podía desviarse lo suficiente para enfrentarse con las tropas que dirigíaJulián contra nuestros flancos.Eliminamos a algunos de sus hombres, pero nolos suficientes.uno por cada diez de los nuestros, quizá.Al atardecer, estábamos cruzando el valle que iba paralelo a la costa.ElBosque de Arden quedaba hacia el norte y a nuestra izquierda.Ámbar estabadirectamente enfrente.Las brisas eran frías y llenas del olor de la tierra y de lasdulces cosas que en ellas crecían.Cayeron unas cuantas hojas.Ámbar estaba aochenta kilómetros de distancia, y no era más que un trémulo resplandor en elhorizonte.Aquella tarde, bajo una gran acumulación de nubes y con una débil lluvia, lasdescargas eléctricas comenzaron a caer de los cielos.La lluvia cesó y apareció el solpara secar el paisaje.Después de un tiempo, olimos el humo.Después de otro tiempo, lo vimos, aleteando hacia el cielo en torno anosotros.89Las llamas comenzaron a elevarse y caer.Avanzaban hacia nosotros con susconstantes y crujientes pisadas; a medida que se aproximaban, comenzamos asentir el calor, y en algún punto de la retaguardia cundió el pánico.Hubo gritos, ylas columnas se inflaron, saltando hacia delante.Comenzamos a correr.Las cenizas caían a nuestro alrededor y el humo empezó a hacerse másdenso.Echamos a correr, las llamas cada vez más cerca de nosotros.Las llamasdejaban oír un sordo y regular trueno, las oleadas de calor nos anegaban.Notardaron en estar entre nosotros; los árboles se carbonizaron y sus hojas cayeron;algunos de los árboles más pequeños empezaron a inclinarse.Nuestra ruta, hastadonde nos llegaba la vista, no era más que un callejón lleno de llamas.Corrimos más rápidamente, pues las cosas no tardarían en empeorar.Y no nos equivocamos.Grandes árboles comenzaron a caer a nuestro paso.Saltamos sobre ellos,los rodeamos.Al fin estuvimos en un sendero.El calor se hizo sofocante y el aire era pesado en nuestros pulmones.Ciervosy lobos y zorros y conejos corrían, velozmente dejándonos atrás, huyendo connosotros, ignorando nuestra presencia y la de sus enemigos naturales.El aire, porencima del humo, parecía estar lleno de pájaros que chillaban.Sus excrementoscaían sobre nosotros, pero pasaron desapercibidos.Quemar aquel antiguo Bosque de Arden, tan venerable, casi me parecía unacto sacrílego.Pero Eric era príncipe de Ámbar, y pronto sería rey.Supongo quetambién yo lo habría hecho.Mis cejas y cabello estaban chamuscados.Sentía la garganta como si fuerauna chimenea.¿Cuántos hombres nos costaría?Cien kilómetros de boscoso valle había entre nosotros y Ámbar, y más decincuenta a nuestra espalda, hasta el comienzo del bosque. ¡Bleys! jadeé
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