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.Y preguntó el motivo de aquel tumulto, y le dijeron: Es el rey que sale de caza con gal-gos,, acompañado de toda la corte. Entonces mi hermano El-Kuz dejó un momento la aguja y el martillo yse levantó para ver cómo pasaba la comitiva regia mientras estaba de pie, meditando sobre su pasado y supresente y sobre las circunstancias que le habían convertido de famoso carnicero en el último de los remen-dones, pasó el rey al frente de su maravilloso séqito, y dio la casualidad de que la mirada del rey, se fijaseen el ojo huero de mi hermano El-Kuz.Y al verlo, el rey palideció, y dijo: ¡Guárdeme Alah de las desgra-cias de este día maldito y de mal agüero! Y dio vuelta inmediatamente a las bridas de su yegua y desandu-vo el camino, acompañado de su séquito y de sus soldados.Pero al mismo tiempo mandó a sus siervos quese apoderaran de mi hermano y le administrasen el consabido castigo.Y los esclavos, precipitándose sobremi hermano El-Kuz, le dieron tan tremenda paliza, que lo dejaron por muerto en medio de la calle.Y cuan-do se marcharon se levantó El-Kuz y se volvió penosamente a su puesto debajo del toldo que le resguarda-ba, y allí, se echó completamente molido.Pero entonces pasó un individuo del séquito del rey que venía re-zagado.Y mi hermano El-Kuz le rogó que se detuviese, le contó el trato que acababa de sufrir y le pidióque le dijera el motivo.El hombre se echó a reír a carcajadas, y le contestó: Sabe, hermano, que nuestrorey no puede tolerar ningún tuerto, sobre todo si el tuerto lo es del ojo derecho.Porque cree que ha detraerle desgracia.Y siempre manda matar al tuerto sin remisión.Así es que me sorprende mucho que toda-vía estés vivo.Mi hermano no quiso oír más.Recogió sus herramientas, aprovechando las pocas fuerzas que le queda-ban; emprendió la fuga y no se detuvo hasta salir de la ciudad.Y siguió andando hasta llegar a otra pobla-ción muy lejana que no tenía rey ni tirano.Residió mucho tiempo en aquella ciudad, cuidando de no exhibirse, pero un día salió a respirar aíre puroy a darse un paseo.Y de pronto oyó detrás de él relinchar de caballos, y recordando su última desventura,escapó lo más aprisa que pudo, buscando un rincón en qué esconderse, pero no lo encontró.Y delante de élvio una puerta, y empujó la puerta y se encontró en un pasillo largo y obscuro, y allí se escondió.Pero ape-nas se había ocultado aparecieron dos hombres, que se apoderaron de él, le encadenaron, y dijeron: ¡Loora Alah, que ha permitido que te atrapásemos, enemigo de Alah y de los hombres! Tres días y tres nochesllevamos buscándote sin descanso.Y nos has hecho pasar amarguras de muerte. Pero mi hermano dijo: ¡Oh señores! ¿A quién os referís? ¿De qué órdenes habláis? Y le contestaron: ¿No te ha bastado con ha-Este documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.comber reducido a la indigencia a todos tus amigos Y al amo de esta casa? ¡Y aún nos querías asesinar! ¿Dóndeestá el cuchillo con que nos amenazabas ayer?Y se pusieron a registrarle, encontrándole el cuchillo con que cortaba el cuero para las suelas.Entonceslo arrojaron al suelo, y le iban a degollar, cuando mi hermano exclamó: Escuchad, buena gente: no soy niun ladrón ni tan asesino, pero puedo contares una historia sorprendente, y es mi propia historia.Y ellos, sinhacerle caso, le pisotearan, le golpearon y le destrozaron la ropa.Y al desgarrarle la ropa.vieron en su es-palda desnuda las cicatrices de los latigazos que había recibido en otro tiempo.Y exclamaron: ¡Oh mise-rable! He aquí unas cicatrices que prueban todos tus crimenes pasados. Y en seguida lo llevaron a presen-cia del walí, y mi hermano, pensando en todas sus desdichas, se decía: ¡Oh cuán grandes serán mis peca-dos, cuando así los expío siendo inocente de cuanto me achacan! Pero no tengo más esperanza, que en Alahel Altísimo:Y cuando estuvo en presencia del walí, el walí lo miró airadísimo y le dijo: Miserable desvergonzado;los latigazos con que marcaron tu cuerpo son una prueba sobrada de todas tus anteriores y presentes fecho-rías. Y dispuso que le dieran cien palos.Y después lo subieron y ataron a un camello y le pasearon por to-da la ciudad, mientras el pregonero gritaba: He aquí el castigo de quien se mete en casa ajena con inten-ciones criminales.Pero entonces supe todas estas desventuras de mi desgraciado hermano.Me dirigí en seguida en su bus-ca, y lo encontré precisamente cuando lo bajaban desmayado del camello.Y entonces, ¡oh Emir de los Cre-yentes! cumplí mi deber de traérmelo secretamente a Bagdad, y le he señalado una pensión para que comay beba tranquilamente hasta el fin de sus días.Tal es, la, historia del desdichado El-Kuz.En cuanto a mi quinto hermano, su aventura es aún más extra-ordinaria, y te probará ¡oh Príncipe de los Creyentes! que soy el más cuerdo y el más prudente de mis her-manos.HISTORIA DE EL-ASCHAR, QUINTO HERMANO DEL BARBERO Este hermano mío, ¡oh Emir de los Creyentes! fue precisamente aquel a quien cortaron la nariz y lasorejas.Le llaman El-Aschar porque ostenta un vientre voluminoso como una camella preñada, y tambiénpor su semejanza con un caldero grande.Y es muy perezoso durante el día, pero de noche desempeña cual-quier comisión, procurándose dinero por toda suerte de medios ilícitos y extraños.Al morir nuestro padre heredamos cien dracmas de plata cada uno.El-Aschar cogió los cien dracmas quele correspondían, pero, no sabía en qué emplearlos.Y se decidió por último a comprar cristalería para ven-derla al por menor, prefiriendo este oficio a cualquier otro porque no le obligada a moverse mucho.Se convirtió, pues, en vendedor de cristalería, para lo cual compró un canasto grande, en el que puso susgéneros, buscó una esquina frecuentada y se instaló tranquilamente en ella, apoyada la espalda contra la pa-red y delante el canasto, pregonando su mercadería de esta suerte: ¡Oh cristal! ¡Oh gotas de sol! ¡Ojos de mi nodriza! ¡Soplo endurecido de las vírgenes! ¡Oh cristal, ohcristal!Pero más tiempo se lo pasaba callado.Y entonces, apoyando con mayor firmeza la espalda contra la pa-red, empezaba a soñar despierto.Y he aquí lo que soñaba un viernes en el momento de la oración: Acabo de emplear todo mi capital, o sean cien dracmas, en la compra de cristalería.Es seguro que logra-ré venderla en doscientos dracmas.Con estos doscientos dracmas compraré otra vez cristalería y la venderéen cuatrocientos dracmas.Y seguiré vendiendo y comprando hasta que me vea dueño de un gran capital.Entonces compraré toda clase de mercancías, drogas y perfumes, y no dejaré de vender hasta que haya he-cho grandísimas ganancias.Y así podré adquirir un gran palacio y tener esclavos, y tener caballos con sillasy gualdrapas de brocado y de oro.Y comeré y beberé soberbiamente, y no habrá cantora en la ciudad a laque no invite a cantar en mi casa
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