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.que tú haces todo lo que te pido que hagas.—¡No tenías derecho a hacer lo que hiciste! —le soltó ella, repentinamente enfurecida—.Mentirme de ese modo.No tenías derecho.—¡Tenía todo el derecho! —gritó él, y ella no recordó que le hubiese chillado nunca antes—Tenía todo el derecho, estúpida.Soy tu hermano y.—¿Y qué? ¿Te pertenezco? ¡No eres mi dueño, tanto si eres mi hermano como si no!La puerta detrás de Clary se abrió de golpe.Era Alec, sobriamente vestido con una larga chaqueta azul oscuro y los cabellos negros desordenados.Llevaba unas botas embarradas y mostraba una expresión incrédula en su por lo general tranquilo rostro.—Por todas las dimensiones posibles, ¿qué sucede aquí? —dijo mirando alternativamente a Jace y a Clary con asombro—.¿Estáis intentando mataros, vosotros dos?—En absoluto —respondió Jace.Como por arte de magia, advirtió Clary, todo había desaparecido: la cólera y el pánico, y le envolvía una calma glacial.—Clary ya se iba.—Estupendo —dijo Alec—, porque necesito hablar contigo, Jace.—¿Es que nadie en esta casa dice alguna vez: «Hola, encantado de verte»? —inquirió Clary sin dirigirse a nadie en particular.Era muchísimo más fácil hacer sentir culpable a Alec que a Isabelle.—Me alegro de verte, Clary —dijo éste—, excepto por el hecho de que en realidad no tendrías que estar aquí, claro.Isabelle me ha contado que has llegado aquí por tu cuenta de algún modo, y me siento impresionado.—¿Podrías dejar de animarla? —inquirió Jace.—Pero es que realmente., realmente necesito hablar con Jace sobre algo.¿Puedes darnos unos minutos?—Yo también necesito hablar con él —replicó ella—.Sobre nuestra madre.—Pues yo no tengo ganas de hablar —dijo Jace—, con ninguno de vosotros, si queréis que os diga la verdad.—Te equivocas —indicó Alec—.Realmente sí quieres hablar conmigo.—Lo dudo —dijo Jace, que había vuelto la mirada de nuevo hacia Clary—.No viniste sola, ¿verdad? —preguntó lentamente, como dándose cuenta de que la situación era aún peor de lo que había pensado—¿Quién vino contigo?No parecía tener sentido mentir sobre ello.—Luke —respondió Clary —.Luke vino conmigo.Jace palideció.—Pero Luke es un subterráneo.¿Sabes lo que la Clave les hace a los subterráneos no registrados que entran en la Ciudad de Cristal, que cruzan las salvaguardas sin permiso? Venir a Idris es una cosa, pero ¡entrar en Alacante! ¡Sin decírselo a nadie!—No —dijo Clary en un medio susurro—, pero sé lo que vas a decir.—¿Que si tú y Luke no regresáis a Nueva York inmediatamente lo descubriréis?Por un momento Jace permaneció en silencio, trabando la mirada con ella.La desesperación de su expresión la impresionó.Era él quién la amenazaba no ella, después de todo, y no al contrario.—Jace.—Alec interrumpió el silencio, con un dejo de pánico deslizándose en su voz—.¿No te has preguntado dónde he estado durante todo el día?—Eso que llevas es un abrigo nuevo —respondió él, sin mirar a su amigo—.Imagino que has ido de compras.Aunque desconozco por qué estás tan ansioso por darme la lata con eso.—No he ido de compras —replicó Alec, furioso—.He ido.La puerta volvió a abrirse.Con un revuelo de vestido blanco, Isabelle entró como una flecha, cerrando la puerta tras ella.Miró a Clary y meneó la cabeza.—Te dije que se pondría hecho una furia —dijo—.¿No es cierto?—Ah, el «ya te dije» —dijo Jace—.Siempre es una jugada excelente.Clary le miró con horror.—¿Cómo puedes bromear? —musitó—.Acabas de amenazar a Luke.A Luke, alguien a quien le caes bien y que confía en ti.Por ser un subterráneo.¿Qué te pasa?Isabelle pareció horrorizada.—¿Luke está aquí? Vaya, Clary.—No está aquí —dijo Clary—.Se ha ido esta mañana., y no sé adónde.Pero me doy perfecta cuenta de sus motivos para irse.—Apenas podía soportar mirar a Jace—.Genial.Tú ganas.Nunca deberíamos haber venido.Jamás debería haber creado ese Portal.—¿Creado un Portal? —Isabelle parecía perpleja—.Clary, únicamente un brujo puede hacer un Portal.Y no existen muchos.El único Portal que está aquí en Idris está en el Gard.—Precisamente quería hablarte sobre eso —siseó Alec a Jace, que tenía un aspecto, como advirtió Clary con sorpresa, aún peor del que tenía antes, como si estuviese a punto de desmayarse—.Sobre el recado que llevé acabo anoche.aquello que tuve que entregar en el Gard.—Alec, para.Stop —dijo Jace, y la acerba desesperación de su voz acalló al otro muchacho; Alec cerró la boca y se quedó mirando a Jace, con el labio apretado entre los dientes.Pero Jace no parecía verle; miraba a Clary, y sus ojos eran inflexibles como el cristal.—Tienes razón —dijo con voz entrecortada, como si tuviese que forzar las palabras—Jamás deberías haber venido.Sé que te dije que no es seguro para ti estar aquí, pero eso no es cierto.La verdad es que no te quiero aquí porque eres impetuosa e irreflexiva y lo embrollarás todo.Es simplemente tu forma de ser.No eres cuidadosa, Clary.—¿Embrollar.lo.todo? —Clary no consiguió introducir aire suficiente en los pulmones para emitir otra cosa que un susurro.—Oh, Jace —dijo Isabelle con tristeza, como si fuese él quien había resultado herido.Él no la miró.Tenía los ojos fijos en Clary.—Tú siempre te limitas a correr hacia adelante sin pensar —dijo—.Lo sabes, Clary.Jamás habríamos acabado en el Dumort de no haber sido por ti.—¡Y Simon estaría muerto! ¿Eso no te importa? Tal vez fue imprudente, pero.—¿Tal vez? —inquirió Jace, elevando la voz.—¡Pero eso no significa que cada decisión que haya tomado fuese equivocada! Dijiste, después de lo que hice en el barco, dijiste que había salvado la vida de todo el mundo.Todo el color que quedaba en el rostro de Jace desapareció.Habló con repentina y pasmosa brutalidad.—Cállate, Clary, CÁLLATE.—¿En el barco? —La mirada de Alec fue de uno a otro, perpleja—.¿Qué sucedió en el barco? Jace.—¡Sólo te dije eso para evitar que lloriqueases! —chilló Jace, ignorando a Alec, ignorándolo todo excepto a Clary.Ésta pudo sentir la fuerza de su repentina cólera igual que una ola que amenazaba con derribarla.—¡Eres un desastre para nosotros, Clary! Eres una mundana, siempre lo serás, jamás serás una cazadora de sombras.No sabes pensar como lo hacemos nosotros, en lo mejor para el bien de todos.¡Sólo piensas en ti misma! Pero ahora estamos en guerra, o lo estaremos, ¡y no tengo tiempo ni ganas de andar persiguiéndote por ahí, intentando asegurarme de que no acabes consiguiendo que maten a uno de nosotros!Ella se limitó a mirarle atónita.No se le ocurría nada que decir; nunca le había hablado de aquel modo.Por muy furioso que hubiese conseguido ponerlo en el pasado, nunca antes le había hablado como si la odiase.—Vete a casa, Clary —dijo
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